Don Palace

EL AIRE es suave bajo la cristalera del Palace. Suenan violines las más noches. Hay una descendiente de los zares que le pregunta por un torero a dos diputados de Burgos. Dormir en ese hotel, y bien lo sabía Camba, le da al huésped que yo nunca seré una perspectiva relajada sobre el mundo y sobre esas movidas de las fronteras y las patrias: las ideas que prenden hoy en las doceañeras pavas de la Diada en TV3 y en los globitos batasunos.

Allí, donde hasta Martínez Pujalte se entiende con Sánchez–Llibre en la media tarde, como que las bravatas de los independentistas quedan en sordina por la paz de las cornucopias, de los cócteles con borde áureo. Duran, en el nirvana de la suite y el relajo del mueble bar, ha visto que su oratoria de oro puede quedar mancillada por el empeño de Mas de hacer un Gibraltar con barretina conforme se cruza el Ebro por Tortosa.

Porque hasta en la dialéctica entre la calva de Duran, ilustrado aragonés, y los disparates solemnes de un Artur Mas sin aplausos, se entrevé el mal negocio de los matrimonios de conveniencia. Que la Cataluña pactista se nos ha vuelto follonera, como cuando a los obispos les dio por petar los bulevares en la época de ZP. Si Artur Mas es un aventurero de la burguesía, un neo radical con modales de Pedralbes, Duran i Lleida viaja por el mundo pontificando sobre las bondades de los calzados de Olot y los aceites de Tarragona.

Ambos, sí, hacen como que se distancian de los pujoles trincones que «emprendieron» en iteuves, pero mientras Josep Antoni es una diplomacia con acentillo y gafas de diseño, Artur Mas se inventa patrias para justificar sus naderías, para ser enterrado con placa bajo un banderín del Nou Camp, Junqueras mediante.

A Duran, exquisito conversador en tierra de castizos y manolas, no le huele bien esta movida de Mas de convertir las Ramblas en un paseo de los Balcanes y que Europa les diga nanai en las mil lenguas comunitarias. Más cuando el president da la espantá, y le deja a Soraya S. de Santamaría, vicepresidenta hipotensa y con agallas, el hueco de su ausencia calculada. Dret a decidir, claro.